La low cost mexicana atraviesa una crisis. Embargada por el fisco, mantiene deudas con los proveedores, leasors de aeronaves, proveedores e incluso empleados.

Por Alejo Marcigliano

Sí, lo sé: es un título trillado. No me pude resistir a la tentación porque la verdad, viene como anillo al dedo. Vale la licencia de que no hablamos de una muerte en sí, Interjet no ha dejado de “vivir”. Sí ve sus operaciones comprometidas y casi por extensión su futuro y supervivencia, pero no está dicha la última palabra. Tampoco pretendo defender al Covid-19, pero es injusto cargarle esta muerte. Y por eso lo de anunciado. Si quedara alguna duda, en las últimas horas los nuevos dueños de la low cost mexicana le echaron luz al entuerto. Alejandro del Valle de la Vega, se convirtió en el nuevo director Ejecutivo de la empresa, luego de que él mismo y Carlos Cabal Peniche tomaran el control del 90% de las acciones de Interjet, reduciendo el porcentaje de la Familia Aleman, fundadora de la compañía, a apenas el 10%. En una reunión con representantes sindicales, Del Valle de la Vega afirmó: “Somos de las pocas empresas que tenemos pagado los impuestos de 2020, pero debemos 2019, 2018 y parte del 2017. Por eso el gobierno nos dijo págame”. Claro, ¿no? La aerolínea arrastra una deuda con el Servicio de Administración Tributaria (SAT, la AFIP mexicana) de varios años. Ese monto alcanza los 2.947 millones de pesos mexicano, o lo que es equivalente, unos 525 millones de dólares. A esto se suma que, en los últimos días, varios proveedores (por ejemplo ASA, Aeropuerto y Servicios Auxiliares) le cortaron el crédito por otra deuda de casi 2.100 millones de pesos, o lo que es igual, 212 millones de dólares. Y como no podía ser de otro modo, Interjet debe también dos o tres meses de salarios a sus empleados.

Ya poco antes de la pandemia, Interjet había perdido buena parte de su flota alquilada, recuperada por los leasors debido a la falta de pago. Si de un lado ponemos estas deudas y del otro ubicamos la caída estrepitosa de la demanda y de los ingresos, esto sí culpa de Covid-19, aparece un cuadro de situación tan grave como inevitable.

¿Y entonces, por qué comprar?

Y en estas instancias deberíamos volver al empresario del apellido mexicanísimo: ¿porqué Del Valle de la Vega compró Interjet entonces? En principio, él asegura que hay líneas de financiamiento bancario y fondos de inversión dispuestos a invertir dinero. De hecho, así se lo explicó a los representantes sindicales. El gran obstáculo es la deuda fiscal, cada dólar que entre será absorbido de inmediato, “primereando” a otros acreedores e incluso restando peligrosamente a los recursos monetarios necesarios para operar cotidianamente; y esto es porque en los últimos días, el SAT trabó un embargo por 143 millones de dólares. El fisco tomó control, además de unas 40 cuentas bancarias de Interjet situadas en los bancos BBVA Bancomer, Actinver Casa de Bolsa, Banorte, BanBajio, Monex, HSBC, JP Morgan IBM, CIBanco, Santander Bank of America, CitiBanamex, Bac Credomativ, Citi Private, Inbursa y USBank en México, Costa Rica, Estados Unidos y Canadá.

“¿Qué es lo que hicimos cuando llegamos a Interjet? Compramos la mayoría de las acciones: el 90%. Sabíamos del problema de la compañía, pero confiamos en que podríamos llegar muy rápido a una negociación en el tema de los impuestos”, dijo Del Valle de la Vega.

Panorama complejo

El modo más sencillo de salir del entuerto es el más difícil. Hay que honrar al fisco para empezar. ¿Pero cuál es el problema? Los nuevos dueños no tienen esos fondos y lograr la financiación se complica por el futuro a mediano y largo plazo de la industria toda. Es cierto, uno podría argumentar que, en esta crisis, lo que no le ha faltado a la industria es financiación. Hay decenas de fondos de inversión que se han movilizado para aportar fondos en la aviación comercial. Claro, no por bondad, sino por la ganancia que aportan los intereses. Pero volviendo al título mismo: Interjet venía arrastrando un problema anterior al Covid. No debe ajustarse sólo porque la demanda se vio afectada por la pandemia, debe ajustarse para recuperar una competitividad que perdió desde hace varios años. Debe revisar su modelo de negocios y su estructura. Tanto Volaris como Viva Aerobus, están compitiendo en la franja de las ultra low cost: esto supone pelear duramente por precio. Y como se sabe: Aeroméxico hace tiempo que puso su foco en los vuelos regionales e internacionales. Interjet quedó en el medio, queriendo competir con un modelo híbrido, algo indefinido.

Como parámetro, si bien otras low cost de México parecen estar “aguantando” mejor el temporal; Aeroméxico en cambio, la principal transportadora del país, está en concurso de acreedores y planea ahora despedir a poco más 1.800 empleados. Y es que aunque permaneció abierto durante la pandemia, México sufrió como todos la caída en la demanda. Paradoja de un mercado que pretendió no dejar de trabajar pero terminó haciéndolo cuando los aviones comenzaron a despegar vacíos.

Quizás uno de los mayores errores de Interjet fue decantarse por la operación de los Sujói Superjet S100. No son aviones particularmente problemáticos en materia operativa estricta, pero la empresa fabricante no ha sabido dotar al modelo del soporte adecuado. De hecho, Sujói prometió abrir oficinas en Miami y Houston, pero no lo hizo nunca e Interjet tuvo continuos problemas para obtener piezas y mantener el mantenimiento adecuado de las máquinas. En 2015, incluso, el S100 debió permanecer en tierra por orden de las autoridades aeronáuticas durante un tiempo, afectando el cronograma de servicios y las operaciones. Por oposición, Interjet debió salir a constituir una flota de Airbus A320 a las apuradas y no con las mejores condiciones negociadas.

Enfrente, tiene hoy un SAT que parece decidido a cobrar. La pregunta del millón es si el gobierno de López Obrador llevará la cuestión hasta las últimas instancias, prendiendo la mecha de un conflicto social con pérdida de empleos. O si en alguna instancia terminará aceptando las negociaciones. Incluso pudiendo acordar un plan de pagos con el SAT se despejaría el futuro.

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